Los riesgos y costos del retroceso
Rodrigo Aravena, economista Jefe – Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Retroceso es, sin duda, una de las palabras que más hemos leído y escuchado durante el último tiempo. Probablemente usted asocie este término a los cambios que hemos sufrido en el plan Paso a Paso, donde a raíz del aumento de casos de Covid-19, más de un 80% de la población se encuentra en cuarentena. Pese a este inédito nivel de confinamiento, el avance del proceso de vacunación nos permite seguir siendo optimistas y esperar una mayor apertura y actividad en la segunda mitad del año. Las proyecciones de crecimiento de 6% (o incluso más) para 2021 siguen muy vigentes.
Sin embargo, hay otras áreas que preocupan más y en las que veo riesgos de retrocesos, si bien no transitorios, como los del plan Paso a Paso. Entre ellos, destaco en especial la reciente discusión de una serie de políticas públicas, la cual se ha caracterizado por la ausencia de un debate a fondo sobre costos versus beneficios en su diseño e implementación, ni tampoco ha considerado la necesidad de focalizar recursos, aspecto que cada día es más relevante en el actual contexto de creciente escasez.
En este ámbito, destaco la discusión sobre el tercer retiro de los fondos de pensiones, situación que —una vez más, según algunos— se basa en la aparente necesidad de compensar el impacto negativo de la pandemia sobre los ingresos. Más allá de la decisión que finalmente se adopte, realmente extraño análisis y debates que al menos traten de hacer frente a preguntas como, ¿realmente es la mejor medida el día de hoy? ¿Tiene el foco adecuado para enfrentar el problema que tenemos? ¿Qué tan regresiva puede ser esta medida en cuanto a aspectos distributivos? ¿Cómo se financiará en el futuro?
Al menos hasta ahora, estas preguntas no han estado precisamente al centro de la agenda. Tampoco ha existido un foco en cuanto a aprender de los efectos de los retiros previos, donde el aumento transitorio de la inflación y la baja proporción que se destinó a consumo (de acuerdo a las cifras presentadas por el Banco Central en el último IPoM) no fueron precisamente los efectos deseados por quienes apoyaron retirar por adelantado los ahorros previsionales. Al menos por ahora, me cuesta encontrar los fundamentos que permita justificar, inapelablemente, esta medida.
La discusión de pensiones no es la única que merece atención. Algunas ideas sobre modificar impuestos al stock o a algunos sectores en particular tampoco se han caracterizado por aprender de experiencias internacionales, o incluso de nuestra historia reciente, como la reforma tributaria de 2014, que no tuvo el efecto buscado en variables como recaudación y déficit fiscal. En temas tan relevantes como estos, la mejor receta siempre será realizar diagnósticos basados en la evidencia y en la experiencia, más que sólo sustentarse en ideologías.
Una adecuada discusión de las políticas del futuro será especialmente relevante este año, más aún al considerar que estamos ad portas de elaborar una nueva Constitución y, en unos meses más, elegir a las autoridades de los próximos años, quienes serán responsables de retirar estímulos fiscales e impulsar las reformas que requiere el Chile del futuro.
A diferencia de las restricciones sanitarias, los retrocesos que se puedan originar de estos procesos no son transitorios, y están lejos de generar costos solamente en el corto plazo. Aun así, estoy convencido de que todavía estamos a tiempo de hacer las cosas bien.